Godzilla es una de las referencias más populares de la cultura japonesa de este siglo. Un monstruo gigante radiactivo, que se ha convertido en un icono del cine Japonés desde que apareciera en pantalla por primera vez en 1954. Desde entonces se han hecho hasta un total de 28 películas japonesas y dos «remakes» americanos, el último en 2014 con Bryan Cranston como máximo atractivo.
Y quizás, ese ha sido el detonante de esta película. Con la creencia de que los americanos han destrozado un mito, llega esta nueva producción 100% japonesa. Una película que rescata al Godzilla original, un reptil gigante radiactivo proveniente del mar, con al peculiaridad de lanzar rayos láser.

Godzilla Shin viene a nuestra cartelera tras haber sido número uno en taquilla en Japón durante semanas. Y es totalmente comprensible, porque es una película japonesa hecha principalmente para japoneses. Esto se hace patente en muchos detalles (la importancia que se le da a la burocracia, la forma de actuar de las autoridades ante las crisis, la frialdad de ciertos personajes o incluso el humor), que suponen una gran diferencia con nuestra cultura.
Otra cosa a destacar, son los constantes (e incluso excesivos) guiños que se hacen durante el largometraje a las anteriores producciones estadounidenses. Dando a entender que los angloparlantes han destrozado un mito, al no saber tratar a una bestia de tales dimensiones. Es atrevido decir, pero no desacertado, que la trama se centra en dar una lección a EE.UU. de cómo debe hacerse una película de Godzilla.

Este nuevo Godzilla, a pesar de estar hecho mediante animación, recupera el aspecto del original, además de sus características principales. Los efectos de destrucción y devastación de la ciudad están bien conseguidos. Y hay cierto contraste entre lo «ortopédico» de Gozilla y el resto de efectos especiales, que la hacen original.
Una película que gustará a los más puritanos del gigante radiactivo. Sabe conservar la esencia de las películas originales, pero adaptándose al siglo XXI. El mayor problema residen en el abuso de temas burocráticos y legislativos, quizás más atractivo para una sociedad como la japonesa que para nosotros. Estamos por lo tanto ante una producción entretenida pero destinada a un público muy específico.