Análisis de ‘DOLOR Y GLORIA’ de Pedro Almodóvar (explicación con spoilers)

dolor y gloria análisis y explicación del final con spoilers


Siempre que Almodóvar dirige una película es una celebración para nuestro cine. El ganador de dos Oscars vuelve tras ‘Julieta’ con ‘Dolor y Gloria’, una película íntima pero enérgica, donde se disecciona a sí mismo sin miedo a ahondar en sus propios demonios, convirtiendo su vida y su experiencia en la inspiración de una obra que trata el arte como combustible vital. Lo hace a través de su alter ego Salvador Mallo (la reformulación del nombre y el apellido forman Almodóvar), interpretado por un magnífico Antonio Banderas que ha adquirido tanto la apariencia como los gestos del director, y contando  con Penélope Cruz y Julieta Serrano, como la  madre en dos facetas de su vida, ambas también maravillosas, convirtiendo ‘Dolor y Gloria’ en una revelación dedicada a los amigos y fans del director.

‘Dolor y Gloria’ comienza con Salvador Mallo sumergido en una piscina volviendo en la memoria a su infancia. El agua le recuerda a un día de felicidad cuando era solo un niño, jugando junto al río de su pueblo, mientras su madre y otras mujeres lavan la ropa. Seguramente uno de los días más felices de su vida. Pero en la piscina, bajo el agua, se observa en él una cicatriz que le recorre medio cuerpo, alejando así la felicidad inocente y despreocupada de un niño risueño y devolviéndonos a la realidad de un hombre adulto marcado por las heridas que dejan la experiencia. Así comienza este viaje regenerador donde reconciliarse con el pasado se convierte en el requisito fundamental para un cineasta que vive por y para su obra.

Imagen de 'Dolor y Gloria' con Penélope Cruz y Rosalía
Imagen de ‘Dolor y Gloria’ con Penélope Cruz y Rosalía

Pero el camino no es fácil y ese proceso es precisamente el que se relata en ‘Dolor y Gloria’. Presentando a Salvador Mallo como un director que ha perdido la fuerza para rodar una nueva película. Las dolencias física y psíquicas le impiden abordar todo el trabajo que supone una grabación. Pero a la vez el cine es lo que le hace seguir adelante en su vida y su forma de expresarse y reconciliarse con el mundo. Por eso se encuentra en un callejón sin salida, bloqueado, deprimido y apagado, dejando que los días pasen sin la certeza de que la situación se arregle.

Hasta que una re-edición de una de sus primeras películas, ‘Sabor’, le hace reencontrase con un antiguo actor al que dirigió hace más de treinta años y con el que se enemistó de por vida. Diferentes visiones de un mismo personaje que el director no permitía cambiar y que el actor se encaprichó en hacerlo suyo. Pero Salvador, dispuesto a limar asperezas, da ese paso para solucionar una de las facetas en su vida. Quizás la más sencilla, pero también el impulso que cambiará las tornas y le hará avanzar en el resto de sus propósitos. Por eso a modo de disculpa le da a su antiguo actor uno de sus escritos, un texto personal, ‘Adicción‘, una obra demasiado autobiográfica como para que Salvador aparezca en los créditos, pero que el otro acepta como el mayor de los regalos. Se trata de un monólogo donde el director cuenta cómo fue la relación amorosa más intensa y significativa de su vida, así como el papel que jugaron las drogas en la ruptura. Pero lejos de sentirse traicionado por un hombre que prefirió el caballlo a su compañía, siente compasión y comprensión, ‘el amor no lo puede todo’ aunque nos neguemos a creerlo.

Asier Etxenadia y Antonio banderas en 'Dolor y gloria'
Asier Etxenadia y Antonio banderas en ‘Dolor y gloria’

Como una bonita sorpresa del destino, su ‘Adicción’ le hace reencontrase nuevamente con ese amor al que no ha olvidado y del que necesita despedirse. Así es como un encuentro fugaz en la casa del director cierra las heridas de una relación que no tuvo un final feliz. Ambos se miran y sonríen, recuerdan momentos tiernos y se disculpan, un beso apasionado clausura ese capítulo que sin embargo puede abrirse como algo nuevo, una amistad. Ese pequeño reencuentro lo cambia todo. La esperanza vuelve a Salvador dispuesto a reencontrarse con sí mismo.

Hasta ahora las dolencias las ha vivido en soledad, usando el dolor como una forma de autocastigo inconsciente. Pero cuando descubre que todo el sufrimiento físico que acarrea no solo es remediable, sino además mucho menos preocupante de lo que había pensado y que una simple cirugía puede paliarlo, se da cuenta que su angustia vital también tiene curación. «Las noches que se me juntan cuatro dolores creo en Dios, las noches que solo tengo uno, soy Ateo’. Una frase donde muestra el sufrimiento que lleva a las espaldas.

Antonio banderas como Salvador mallo en Dolor y gloria
Antonio banderas como Salvador mallo en Dolor y gloria

La operación le arregla el cuerpo y hacer las paces con su pasado le arregla el alma, solucionando así la enemitad con un actor al que trató mal, despidiendo a un amante con el que vivió una historia turbulenta, dejando entrar de nuevo a su amiga en su vida o recordando a su madre, por muy doloroso que sea. Una madre a la que recuerda tanto en su infancia (como una luchadora nata de carácter fuerte), como en la vejez (como una entrañable mujer de costumbres). Y le vemos a él, a Salvador, mostrándose como un hijo entregado aunque dolido, porque la devoción que le procesa a su madre también está manchada por la decepción de no haber sido el hijo que ella esperaba.

Por eso, sumergido en la piscina con el agua recorriendo la cicatriz ya cerrada aunque visible, la idea de volver a rodar le viene a la mente. Y no solo volver a coger la cámara, sino hacerlo con fuerza y determinación, convirtiendo su pasado en el nuevo proyecto. Una forma de reconciliarse con su historia y consigo mismo, honrar a su madre, recordándola joven y vivaz, además de recordar ese primer deseo personificado en un joven que también aprendió a expresarse con el arte. Es precisamnente el retrato pintado sobre un cartón manchado el que le devuelve la necesidad de contar una nueva historia. Su mente vuelve a crear y está preparado para rodar ‘El deseo’.

Salvador Mallo [Antonio Banderas] junto a su retrato de niño en Dolor y gloria
Salvador Mallo [Antonio Banderas] junto a su retrato de niño en Dolor y gloria

El final de la película nos traslada de nuevo a la estación de autobuses, con Penélope Cruz y el pequeño Asier Flores tumbados entre mantas, para mostrarnos que la recreación de su infancia ya pertenecía al rodaje. Una película rodada dentro de una película que finaliza con la madre y el hijo juntos a la espera de una nueva vida. Y era en esa misma estación donde Penélope Cruz sacaba el huevo de fruncir, un objeto que Salvador Mallo decidió conservar del ajuar de su madre y que le sirve para conecta la vida real y la ficción. Un pequeño objeto de su pasado con un simbolismo especial que le lleva de vuelta a esa estación, a ese pueblo de cuevas blancas, a ese joven al que enseñaba a leer y a escribir y a su madre, la mujer de su vida.

Con ‘Dolor y Gloria’  Almodóvar se muestra ante nosotros convirtiendo su vivencia y experiencia en inspiración. Un genio que sabe de su ingenio pero que no muestra su ego, sino que trata su talento con resignación, como si hacer una película o escribir una obra tuviera el mismo peso que colocar unos azulejos en la pared de una cueva o pintar a un niño sentado en la silla. Dejando claro que el arte es una forma de expresión, un lenguaje universal con el que liberarse y reconciliarse con el mundo. La gloria debe ser el resultado no el objetivo y el dolor es inevitable pero no incurable.

 

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