El reconocido cineasta japonés Hirokazu Kore-eda recibió la palma de oro en el festival de Cannes por su maravillosa “Un asunto de familia”. El director retomaba su tema favorito, la familia, para brindarnos la que es, posiblemente, su mejor película hasta la fecha. Culminando años de excelente carrera con una cinta en la que parece reunir todo lo aprendido de sus anteriores proyectos para volcarlo en una auténtica obra maestra.
En este caso nos encontramos ante una peculiar familia, cuya verdadera cara se irá destapando a lo largo de la película. Osamu y su hijo dedican los días a cometer pequeños hurtos en todo tipo de tiendas para poder sacar a su familia adelante. Una tarde, tras volver de uno de sus habituales robos, descubren una niña sola y casi congelada cerca de donde viven. Deciden llevarla con ellos a casa para que entre en calor. Pero una vez allí, por el comportamiento distante y tímido de la pequeña, se dan cuenta de que la niña es víctima de malos tratos por parte de sus padres. Por lo que deciden mantenerla allí de forma permanente y convertirla en parte más de la familia. Todos le cogen enseguida un gran cariño a la niña, la cual finalmente se siente arropada y protegida en un entorno. Incluso Nobuko, la mujer de Osamu, que tarda más tiempo en hacerse a la idea, pero que con el paso de los días acabará queriéndola como su propia hija.

LA VERDADERA FAMILIA
Kore-eda demuestra una gran inteligencia en la forma en la que estructura su relato. Con una primera parte que, como suele ser común en su cine, se dedica a mostrarnos escenas cotidianas de la vida familiar. Una narración aparentemente simple, pero de un enorme mérito, pues logra cocinar a fuego lento los vínculos entre los personajes y nosotros como espectadores. Haciendo que nos sintamos emocionalmente ligados a ellos, lo cual será vital para que el clímax de la historia funcione como es debido.
Y es en este momento, cuando sentimos cariño por estos personajes y vemos el profundo amor que se profesan unos a otros, cuando el cineasta nos muestra el lado más oscuro de la historia. Cuando se revela que la bonita familia no es ni siquiera una familia real, y los entrañables personajes esconden un oscuro pasado.
Descubrimos así que el supuesto matrimonio no es realmente tal cosa, sino que en realidad ella estaba casa con otro hombre que la maltrataba y del que acabó huyendo. A ellos se unen el resto de miembros, que tampoco comparten lazos de sangre: la abuela que mantiene a todos con la pensión de su marido, cuya muerte oculta al estado para poder cobrarla, el niño huérfano al que acogieron y que en vez de ir al colegio ayuda a robar para conseguir dinero o la joven que huyó de su hogar y ahora es trabajadora erótica.

El director no juzga a sus personajes, ni para bien, ni para mal. Y al contarnos su historia de esta manera, creando primero esos vínculos, nos imposibilita también a nosotros a juzgarlos de manera simplista. Sus actos cariñosos no borran las maldades que han hecho, pero no por ello le quitan valor a las hermosas relaciones que han forjado entre ellos, y de la que nos han hecho partícipes.
Ninguna de estas personas tiene un vínculo sanguíneo y, sin embargo, resulta imposible restarle por ello el más mínimo valor a sus relaciones. Y aunque las circunstancias vitales les impidan poder formar una auténtica familia, no cabe ninguna duda de que lo que han compartido es una relación plena. El mensaje es claro, una verdadera familia no llega de nacimiento, sino que se construye día a día.
MÁS ALLÁ DE LA JUSTICIA
Ya nos ha quedado claro que en ningún momento se juzga moralmente a los personajes. No ocurre lo mismo con la justicia y el estado. Aquí la actitud reprobatoria es evidente, y en los interrogatorios finales tenemos varios frases de la madre que nos dejan claro qué pensar al respecto.
Ella, con total parsimonia, acepta todos los cargos de los que se le acusan. Asume su responsabilidad con serenidad absoluta. Solo hay un momento en el que pierda los papeles y podamos verla alterada, y es cuando se intenta juzgar su abandono al resto de miembros de la familia. “Nosotros no abandonamos a nadie. A ellos ya les había abandonado la sociedad. Nosotros les recogimos”.
Niños maltratados, familias funcionales o viudas solitarias tienen una sola cosa en común; a todos ellos les ha dado la espalda la sociedad. Y, en estas circunstancias, han sido unos personajes de cuestionable moralidad los que les han acogido y cuidado. En una historia llena de matices, de grises en lugar de blancos y negros, lo único que resulta claro es que nada de esto se habría producido si el estado y la sociedad hubieran mostrado algo más de humanidad.

PURO KORE-EDA
Kore-eda vuelve hacer lo que mejor sabe, emocionarnos. Utilizando además su amplia experiencia para, una vez lo ha conseguido, servirse de estas emociones para hacernos reflexionar.
No se tratan de simples cifras. No son solo unas caras que podríamos ver en las noticias y, desde la distancia, juzgar con total frialdad. Lo que hemos visto y sentido nos ha hecho tomarlos como personas reales. Desde este punto de vista, la reflexión es mucho más difícil y, por tanto, más válida. Lo que parecía simple y superficial, termina resultando mucho más profundo y complejo. Una película imprescindible para disfrutar de uno de los cineastas más relevantes de la actualidad. Una obra maestra para emocionarnos y removernos por dentro. Puro Kore-eda.