“ ‘Sin amor’ es un fiel retrato sobre las (malas) relaciones de pareja y sus peores consecuencias.»
‘Sin amor’, ese es el título de la película y el estado en el que se encuentra su pareja protagonista; un matrimonio separado, con ambos cónyuges rehaciendo su vida con otras parejas. Su antiguo piso en común vendido, su relación tan muerta que ya ni se hablan, nada queda vivo entre ellos dos, salvo su hijo. Un niño que asiste, atónito, ante la separación y el desprecio de sus padres. Quienes parecen haberle olvidado por completo.
La desaparición del hijo será el detonante que obligue a la pareja a retomar el contacto. Unidos por su búsqueda, pero con el rencor de su ruptura aún vivo, la tensión del momento se convertirá en el caldo de cultivo perfecto para que salgan de nuevo a la luz todas las viejas rencillas que les separaron.
Andrei Zvyagintsev establece, a través de esta historia, una radiografía sobre la sociedad y la vida en pareja. Sobre cómo, en ocasiones, no buscamos verdaderamente el amor, sino aquella persona capaz de compensar aquello que echamos en falta en nuestra vida. Ya sea respeto, juventud o estabilidad.
Esto se muestra a la perfección a través del matrimonio y de la forma que tienen de reconstruir sus respectivas vidas. Ella, en brazos de un hombre mayor y de un estatus social más alto que su ex pareja. Él, con una nueva mujer ya embarazada, pero más preocupado por la consideración que puedan tener de su vida personal en el trabajo si se enteran de su separación. Ambos, en definitiva, atendiendo más a la opinión de la sociedad que a la suya propia.
Una historia de personajes construida a fuego lento, quizás demasiado lento para algunos. Especialmente en su primer tramo, extenso, pero necesario para sentar las bases de lo que vendrá después: un muestrario de todas las reacciones viscerales que el estrés puede provocar en el ser humano, sobre todo entre dos personas que dejaron de respetarse hace ya demasiado tiempo.
‘Sin amor’ es una historia que rebosa naturalidad, tanto en forma como en contenido. Con esa abundancia de planos de parajes naturales, con los que el director nos remarca que todo lo que estamos viendo, no es más que la pura y salvaje realidad. Una mirada fría sobre el daño que el amor puede hacer cuando se transforma en odio.
