“En este rincón del mundo refleja el drama de la guerra como pocas películas logran. Y lo hace, además, desde un punto de vista que no acostumbramos a ver en el cine.«
La Segunda Guerra Mundial ha sido uno de los temas que más veces se ha visto reflejado en el mundo del cine. Ya sea su parte bélica en películas como ‘Salvar al soldado Ryan’, o su apartado humano en otras como ‘La lista de Schindler’. Sin embargo, desde el punto de vista del bando perdedor, hay menos películas que documenten lo que supuso la guerra en la cotidiana vida de sus gentes.
‘En este rincón del mundo’ es una película de animación que nos trae uno de esos temas menos tratados. La historia de Suzu Urano, una joven japonesa con vocación de artista que deberá mudarse de ciudad tras su matrimonio concertado. Suzu no solo tendrá que adaptarse a su nueva vida doméstica, también soportará a diario las nefastas consecuencias que la guerra provocó en el país.
La película destaca por su originalidad a la hora de mostrarnos los efectos de la guerra. En lugar de entrar de lleno en el conflicto, la historia se centra en su lado más humano. Vemos a la joven Suzu; una niña encantadora que ama la pintura, y con una imaginación tan desbordante que le hace ver el mundo lleno de acuarelas.
Tras el matrimonio, y posterior mudanza, vamos viendo su abrupto paso a la vida adulta. Los juegos, los colores y la imaginación dan paso a la cocina, la limpieza y la convivencia familiar. Todo ello mientras se nos muestra, de primera mano, como era la vida diaria en el Japón de aquella época.
Es entonces, cuando estamos metidos de lleno en la historia, cuando se desata el terror de la guerra. Los suministros escasean y las perdidas aumentan. El conflicto es cada día más duro, y lo vemos perfectamente reflejado en una ciudad, una familia y una ya no tan joven Suzu, a los que cada vez les cuesta más encontrar motivos para seguir adelante.
‘En este rincón del mundo’ refleja el drama de la guerra como pocas películas logran. Y lo hace, además, desde un punto de vista que no acostumbramos a ver en el cine. Resulta imposible echar la vista atrás sin que se nos remueva algo en nuestro interior. Ya no hay rastro de aquella niña que veía el mundo hecho de acuarelas. Su imaginación, sus sueños y su inocencia, han sido sacrificados por una guerra perdida. Nada le queda ahora, salvo la impotencia. Y sin embargo sigue adelante, como siguieron todos, tras uno de los días más fatídicos de la historia.