Crítica de ‘Aquaman’: DC no logra salir a flote

‘Aquaman’, mitad humano mitad atlante, el hijo de una reina de los mares y un farero, es la última esperanza de DC para reavivar a sus superhéroes. Pero viendo el resultado, parece que los miembros de la justicia no acaban de desplegar todo su poder en la gran pantalla.

La película comienza contando la historia de amor de los padres de Aquaman en lo que podría convertirse en el anuncio de Nivea definitivo, con los filtros anti-edad al límite. Después repasa con pinceladas  su infancia, para mostrar que siempre fue consciente de sus superpoderes y de la verdad de sus orígenes (atención a la escena  de niño hablando con una sardina). Para finalmente ponernos en la situación actual, con el superhéroe ayudando a los que más lo necesitan dentro y fuera del agua. Pero en medio de esa vida «tranquila» de tipo rudo y bonachón, las aguas comienzan a ponerse cada vez más turbias.

Orm, el hermanastro de Aquaman, quiere hacerse señor y amo del océano, para así poder declarar la guerra a los humanos, que no paran de contaminar las aguas y destruir el planeta. Con la intención de frenar el conflicto, Aquaman deberá exigir el trono que le corresponde por ley antes de que lo haga su hermano. Aunque antes deberá demostrar que a pesar de ser medio humano, merece ser el rey de los atlantes, consiguiendo el tridente del mismísimo Atlos. Pero el objeto lleva desaparecido más de mil años, y la búsqueda no será sencilla.

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Jason Momoa en ‘Aquaman’

‘Aquaman’ trata de transportarnos al fondo del océano, a un mundo de fantasía donde todo es posible, incluso ver a un pulpo gigante tocando el tambor o un ejército de soldados montados encima de tiburones. Pero la fantasía acaba siendo tan hortera y ordinaria, que parece más una parodia de las películas de superhéroes.

Es cierto que la película no se toma en serio, y quiere imitar el toque mamarracho, desenfadado y colorido que tenía Thor Raknarok. Pero James Wan no logra ni la sombra de lo que hizo Taika Waititi. Y principalmente, porque si a ese mundo de color y fantasía no le añades el carisma de unos personajes que se defiendan como pez en el agua dentro de lo estrafalario, ni el de un guion que acompañe a la escenografía digna de Disney, solo consigues un telón de fondo llamativo pero desaprovechado. Como una gran pecera vacía.

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El ejército de tiburones en ‘Aquaman’

Ni Aquaman y mucho menos el resto de secundarios tienen carisma. No hay ingenio ni gracia en ellos. No conquistan. Los villanos, que además los hay a pares, uno por tierra y otro por mar, son tan planos que no suponen ningún desafío para la trama ni para el héroe, que hace de la búsqueda del tridente su verdadera lucha. Por no hablar de lo simplista del componente romántico. Con la certeza de que sabes por donde va a ir en todo momento su relación con Mera. Pero aún peor es trata de suplir esas faltas con tanta acción. Acción desmedida durante dos horas y medias que acaban agotando, y cuando llegas a la épica del final ya no te queda energía como para disfrutar del cierre.

Buscar sentido a Aquaman es un auténtico error, pero convertirlo en una parodia de este calibre tampoco ayuda. La mezcla de tonos se atraganta y la acción agota hasta que finalmente la película acaba hundiéndose.

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La Claqueta Metálica
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