Crítica de ‘120 pulsaciones por minuto’

‘120 pulsaciones por minuto’ nos regala una historia tan humana que parece latir con corazón propio.

Desde Francia nos llega ‘120 pulsaciones por minuto’, la película preseleccionada por nuestro país vecino como candidata a los Oscar de 2018. Presentada en el pasado festival de Cannes, donde se alzó con el premio del jurado, la película se ha convertido en uno de los títulos más esperados y celebrados del año dentro del cine europeo.

Nos situamos en París, a comienzo de los años 90 y con la epidemia de SIDA causando estragos entre la población. Allí seguiremos al grupo activista «Act Up» que se manifestarán para dar visibilidad a la enfermedad, y presionar al gobierno para forzarle a actuar con mayor contundencia en labores de cura y prevención.

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Imagen de ‘120 pulsaciones por minuto’

Su director, Robin Campillo, fue partícipe del movimiento, por lo que se basó en su experiencia real para rodar la película. Tal vez sea esta la razón por la que la narración resulta tan sensible y realista. Un relato cargado de humanidad que nos sumerge de lleno en la gravedad del problema sin tener que recurrir a melodramas.

‘120 pulsaciones por minuto’ alterna entre escenas de la asamblea del  «Act Up» y otras sobre los miembros del grupo en su vida personal. Aunque, paradójicamente, son las primeras las más absorbentes y apasionantes. Rodadas con mucho dinamismo, buenos diálogos y fantásticas interpretaciones, consigue que seamos participantes de cada debate.

Esto se complementa con momentos de su vida personal, que logran convertir los discursos de las reuniones en asuntos de vida o muerte. No se trata de simple política, se trata de gente luchando por su vida. Personas que ven como los días se les escapan tras cada análisis, que luchan por una cura milagrosa, o incluso algunos que ya han asumido su destino, y solo quieren evitar que otros cometan su error debido a la falta de información.

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Imagen de ‘120 pulsaciones por minuto’

Una película coral, donde se aprecia como una misma enfermedad afecta a cada uno de una forma completamente diferente. Mención principal a Nahuel Pérez Biscayart, que consigue sensibilizar al espectador con una interpretación maravillosa pese a la complejidad de su personaje.

El mayor problema que se le puede achacar a ‘120 pulsaciones por minuto’, es su desigual ritmo. Especialmente en un último tramo que da la sensación de alargarse más de lo necesario. En cualquier caso, sus virtudes logran compensar más que de sobra sus irregularidades, y ofrecernos una historia tan humana que parece latir con corazón propio.

3-5


Foto del autor
Sergio de Lara
Critico todo, pero especialmente cine

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