Análisis de ‘MIDSOMMAR’ de Ari Aster: Explicación del final con spoilers

Midsommar es la segunda película del director Ari Aster tras sorprendernos el año pasado con Hereditary. Y parece que es el terror donde se encuentra cómodo, porque de nuevo se vuelve a meter en nuestras pesadillas, aunque eso sí, en vez de hacerlo encerrados en una casa con la noche como telón de fondo, nos traslada a un paraíso en medio del campo con la luz del sol impregnando cada rincón de la pantalla.

La película comienza curiosamente en invierno y abre con un paisaje nevado y frío, que contrastará con el resto de la película rodada en verano en los que seguramente sean los días más calurosos del año. Pero que sirve para mostrarnos el drama con el que se inaugura Midsommar. El de Dani (Florence Pugh), la protagonista, descubriendo no solo que su hermana se ha suicidado, sino que además se ha llevado a sus padres con ella. Así es como de un segundo a otro se queda sola en el mundo, o aún peor, acompañada del dolor de perder a toda su familia en un instante.

Tras este periodo oscuro Midsommar da un salto en el tiempo y en la localización y nos transporta hasta Suecia en verano, donde Dani, su novio y un grupo de amigos viajan para conocer Hårga, la comuna en la que se ha criado uno de ellos, Pelle (Vilhelm Blomgren). Especial atención al travelling que Ari Ater filma mientras viajan en el coche antes de llegar a su destino. Con la cámara girando sobre sí misma para representar que a partir de ahí lo que vamos a vivir es una experiencia nueva en un mundo completamente distinto  al que conocemos. Un viaje para el que ni los protagonistas ni nosotros estamos completamente preparados.

Christian. Dani. Luke y pelle en ‘Midsommar’

Midsommar y el solsticio de verano

Ari Aster se ha basado en una de las festividades más populares de Suecia como es el Midsommar para crear su horror feast.  Pero si bien está claramente inspirado en las celebraciones reales (flores decorando cada rincón, bailes y música tradicionales para amenizar el ambiente y vestimentas blancas para todo el grupo),  Hårga tiene sus propias tradiciones y pronto el grupo americano las descubre de la peor manera posible.

Lo primero que hay que entender es que todo en la comunidad se basa en ciclos. Ciclos curiosamente marcados por el número nueve: las celebraciones del Midsommar duran nueve días, los etapas vitales se clasifican mediante múltiplos de nueve, el sacrificio se hace cada noventa años y son nueve los tributos que se ofrecen al final de la película. Y es que el nueve es un número importante en la tradición nórdica considerándose incluso para los vikingos un número sagrado.

Pero no es lo único curioso en Hårga. Además de vivir como si fuera otra época, su forma se entender la vida y la sociedad contrasta completamente con la nuestra. Entre ellos no existe la individualidad, sino que son un colectivo donde cada uno tiene sus funciones pero todo lo que hacen es en pro de la comunidad, con reglas y tradiciones que les convierten en eslabones de un mecanismo mucho más grande. Hasta tal punto llega su sentimiento de comunidad que comparten incluso sentimientos. Tanto los bueno como los malo. Ya sea el placer en el sexo como el dolor en la muerte.

El respeto por las tradiciones también es un punto fundamental en la aldea. No solo por los rituales, de los que luego hablaremos, sino por la runas y retablos que decoran las paredes y atuendos. Un ejemplo es cuando antes de que Maja ‘embruje’ a Christian, vemos un dibujo donde se explica con pelos y señales (nunca mejor dicho) cómo conseguir el amor del hombre deseado. Pero incluso la ceremonia final aparece explicada en un retablo que tiene incluso a los protagonistas dibujados. Podéis ver a continuación que hasta el oso tiene su lugar bien marcado.

retablo de la ceremonia en ‘Midsommar’

La comunidad de los horrores

Midsommar crear prácticamente un género de terror en sí mismo con imágenes perturbadoras y situaciones inquietantes que nos mantienen constantemente angustiados. Desde el instante que entramos en la comuna es evidente que algo no rige bien. Pero al fin y al cabo, hemos viajado a otro mundo y hay que respetar las tradiciones y mimetizarse con el ambiente.

Pero cuando los dos ancianos se dejan caer desde lo alto de la montaña las sospechas se hacen realidad, Hårga no es un sitio tan apacible como parece a siempre vista. Además, Ari Aster juega con nuestra concepción de la situación: lo filma todo con tranquilidad y sosiego, recreándose en cada momento del ritual, haciendo ver que lo que para nosotros es un auténtico horror para ellos es algo completamente natural. Por eso nos impactan tanto las reacciones cuando se lanzan desde la montaña. Frente a la impasibilidad de los habitantes, los protagonistas sienten una consternación asombrosa. Acaban de ver cómo dos personas mueren frente a sus ojos y a nadie parece importarle.

Imagen de Midsommar

Pero el horror no ha hecho más que empezar y poco a poco vemos que el resto de ‘invitados’ van desapareciendo. Incluso presenciamos cómo muere Luke golpeado por uno de los miembros de la aldea mientras otro lleva puesta la cara de Mark como si se tratara de una careta. Una visión horrorosa que nos confirma la peor de las sospechas: uno a uno todos están cayendo en la trampa.

Finalmente descubrimos que en verdad los ‘invitados’ son más bien ofrendas. El ritual, que se celebra noventa años, consiste en sacrificar 9 personas, 4 autóctonos y cuatro extranjeros, más uno elegido por la reina de Mayo, y quemarlos en el granero. Pero además los sacrificios son manufacturados y reconvertidos en algo más llamativo. El más impactante es sin duda el que concierne al oso. Una imagen que difícilmente olvidaremos.

«¿Nadie va a comentar nada del oso?»

Habíamos visto que sin ningún motivo aparente había un oso encerrado en una jaula en medio de la ladera. Pero ni en nuestras peores y más retorcidas teorías imaginábamos la utilidad que iba a tener al final de la película. Y cuando vemos a Christian, aún vivo, metido dentro del oso previamente sacrificado,  con la cabeza asomando entre el pelaje nos quedamos más impactados que cuando los ancianos se lanzaron montaña abajo.

Y sin embargo no es tan raro encontrar una descripción parecida en los cuentos tradicionales suecos, en los que el propio director asegura haberse inspirado, y que se caracterizan por tener un pequeño toque sádico en su desarrollo. Por eso en vez de ver Midsommar como una pesadilla también podemos interpretarla como el cuento de una joven princesa perdida que tras matar al oso regresa a casa.

 

El dolor, una lacra social

El viaje de Dani es diferente del que experimental los demás miembros del grupo. Lo que ellos hacen por diversión o incluso trabajo (la famosa tesis) ella lo hace para mitigar el dolor y evitar estar sola. Por eso, aunque esté consternada como el resto por lo que está sucediendo en la aldea, también encuentra en los habitantes un cierto confort y sobre todo respaldo. De repente se ve rodeada de un grupo de personas, que a diferencia de su novio y sus amigos,  quieren estar con ella y tenerla a su lado. Curiosamente ha sido en la otra punta del mundo donde finalmente ha encontrado su lugar, un lugar donde puede compartir lo que siente sin miedo a reproches.

Parece que hoy en día no hay hueco para mostrar cómo nos sentimos realmente. El dolor y la tristeza se ha convertido en un tabú en una sociedad en la que se vive de las apariencias y que se mide a través de los ‘me gusta’ en redes sociales.  La felicidad vende y la tristeza aleja. Pero debemos comprender que el dolor no es una elección, sino una consecuencia. Y reprimir los sentimientos se puede convertir en un cáncer que crece con el tiempo hasta que no hay vuelta atrás.

La mayoría de las veces que vemos a Dani llorar lo hace escondida por miedo a ser una ‘carga’ para los demás. Con esto solo consigue retroalimentarse en su propia tristeza hasta que cae en una depresión. Pero no solo el novio lo ve como una carga, sino incluso ella misma siente que se está aprovechando de él.

Sin embargo, cuando rompe a llorar en Hårga, poco después de descubrir la infidelidad de su novio, el resto de mujeres no solo la acompañan y consuelan, sino que logra transferir parte de su dolor al resto sintiéndose arropada y protegida. Por primera vez se desahoga, chilla, llora, grita y se siente libre.

Dani llorando junto al resto de mujeres en Midsommar

¿Qué significa el final de Midsommar?

El concepto final girl ya es un término común cuando hablamos de películas de terror. Sobre todo sin son sobre un grupo de jóvenes yendo de vacaciones a un campamento en el que de repente uno a uno empiezan a aparecer asesinados de formas crueles y sádicas. Pero Ari Aster reinventa el término ‘final girl’ y convierte a Dani no es la superviviente de una masacre, sino en la superviviente del dolor.

Por extraño que resulte, Dani siente en Hårga que finalmente ha encontrado su sitio. Un lugar donde poder compartir su dolor sin ser un estorbo y en el que sentir de nuevo que tiene una familia. Razón por la que ella misma hace su propio sacrifico proponiendo a Christian como el último tributo de la ceremonia. Una forma de despegarse de su antigua vida y cerrar un ciclo para abrir uno nuevo.

Y aquí llega la que es sin duda la imagen más terrorífica a la vez que satisfactoria de Midsommar. La sonrisa de Dani al final de la película mientras ve como Christian muere calcinado. Pero no nos equivoquemos, no es venganza ni justicia, ni odio ni amor por lo que sonríe; sonríe de felicidad y alivio porque por fin ha encontrado de nuevo un hogar en el que sentirse en familia.

Midsommar  es una auténtica genialidad. Una maravillas rodada a plena luz del día pero que muestra la oscuridad que reside dentro de cada uno de notros. Una reflexión sobre el tratamiento del dolor y la individualidad en una sociedad que no arregla los problemas, sino que pinta sobre ellos.

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La Claqueta Metálica
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